viernes, 27 de junio de 2014

TIRANÍA: CAPÍTULO 5

El-experimento-de-la-carcel-de-Stanford-2.jpg

Apesta a pis de perro. ¿Cuánto hace que está aquí? ¿Un año? ¿Dos años, quizás? Vete a saber. Para ella han sido diez años, o más. No soporta permanecer aquí y cada día lo aguanta menos. “Ya te acostumbrarás”, le dijo Melvin, mirándola con sus ojos fríos y vacíos de sentimiento. Pero todavía no se ha acostumbrado. Cada día que pasa es como si fuese el primero. De lo único que se ha acostumbrado es del repulsivo pestazo.

Conoce perfectamente a todos los carcelarios. Brendan, con su cara de amargado. Damien, que siempre le trae un trozo de pan o una manzana a escondidas. Elliott, que cuando la visita le pone un poco de música para animarla, pero es heavy metal, y este estilo no le gusta. Greg, que es un bobalicón y siempre mira las musarañas. Wayne, un chaval duro de pelar pero a su vez gracioso, y que normalmente huele a sudor, porque juega todo el día a baloncesto. Y muchos más, pero estos son con los que más ha interactuado.

Al principio no sentía aversión hacia la mayoría de ellos, pero ha acabado detestándolos y apartándose de ellos cada vez que la visitan.

-¿No quieres la manzana que te he traído? –dice Damien, con cara de buena persona. Pero ella sabe que no es bueno. Si lo fuese, no estaría de acuerdo con encerrarla en esta hórrida cámara y la ayudaría a salir de esta.

Geirbjorg no dice nada. Se calla, y sigue acurrucada en un rincón de la celda, abrazándose las rodillas con fuerza, como si quisieran sacárselas. Hace días que no come, pero prefiere quedarse como un esqueleto y morirse antes que hablar con estos cretinos.

-Me extraña que no digas nada. Últimamente estabas tan simpática, que incluso habíamos accedido a sacarte una vez al día de la celda para que pudieras jugar al ajedrez o al parchís con nosotros, o pudieras ver una película y distraerte. Pero estos días estás distante y antipática… por eso sigues aquí encerrada. Cuando muestres un poco de alegría, volveremos a ser buenos contigo.

Y sin decir nada más, hace rodar la manzana hacia ella y se va, silbando una tediosa melodía y danzando con los pies.

Lo intenta. Intenta de todo para soportarlo, por una sola razón: porque él la rescatará. Su querido Syver. Piensa en él cada día. En cuando se casaron y tuvieron los dos niños, y tenían una vida feliz y sencilla en Oslo. En cuando se besaban, abrazaban y se querían.
Cuando no hay carcelarios a la vista, se arrastra hacia la manzana y se la zampa a grandes mordiscos, dejándola pelada en cuestión de segundos. No es la más buena que jamás ha comido, pero tampoco la más mala.

Cada día se pregunta lo mismo: ¿por qué se la llevaron? ¿Por qué la secuestraron después de quemar su casa y matar a sus hijos? ¿Dónde están, sus corazones? ¿Y sus almas? Las deben de tener sucias, impúdicas. Si la odian, adelante. Ella no se lo prohibirá, para nada. Pero una cosa es odiarla, y otra de muy diferente es romperle la dignidad.

La estada se le hace menos pesada cuando llega un compañero de celda. Es un hombre de unos treinta y cinco años de edad aproximadamente. Rubio platino es su pelo, podría decirse que casi blanco, y los ojos los tiene de un color azul celeste tan claro que a veces parece que no tenga iris. Su rostro es afligido, tiene el cuerpo musculoso lleno de contusiones y cortes, y no dice ni pío. Lo único que hace es llorar cada noche, estirado y acurrucado en un rincón, evitando que Geirbjorg lo toque. Pero este silencio que él emana acaba al cabo de un par de semanas, cuando se sienta y abre la boca para hablar.

-¿Cómo te llamas? –dice el hombre, y ella se fija en que le ha crecido una barba incipiente de pelos rubios al paso de los días.

-Geirbjorg. ¿Y tú?

-Da igual mi nombre. Es irrelevante.

-A mí me interesa. ¿Cómo se supone que te tengo que nombrar, sino?

-Puedes llamarme… Rubito.

-¿Rubito? ¿Y yo por qué he tenido que decirte mi nombre?

-Porque lo has querido. Yo no te he forzado.

No le cae muy bien. Tiene la voz llena de sarcasmo y no es amigable, le pone de los nervios. Creía que se distraería más con su compañía, pero la verdad es que se siente aun peor, y la presencia de Rubito le irrita. Igualmente, la situación cambia, y un día el varón se anima y empieza a charlar, indignado.

-Me han pegado, dado latigazos, me han dado patadas por todo el cuerpo, me han escupido, arrancado uñas, dejado un ojo morado, roto un par de dientes, me han drogado con somníferos y otras sustancias, me han hecho de todo. ¿Te crees que, con la de cosas que me han hecho, estaré contento y conversaré contigo tranquilamente como si fuésemos a tomar un café? Cuando me rompen el honor, no soy capaz de sonreír y alegrarme por nada.

Geibrjorg, airada, sonríe con ironía y ludibrio, y le escupe en la cara. Las babas se impregnan en los ojos de Rubito, y este hace una mueca de asco.

-No tienes ni idea, Rubito de mierda. ¿Sabes lo que yo he sufrido? ¿Lo que ellos me han hecho sufrir? Me han pegado, arrancado dientes con alicates, desgarrándome piel de las encías, me han también azotado con el látigo, me han dejado sin comida y bebida para que me pudriera aquí dentro. Me han arrancado puñados de pelos a tirones, y lo peor de todo y que nunca serás capaz de entender, me han violado. Me han desnudado sin miramientos y me la han penetrado mínimo un par de veces cada uno de ellos, sin que les importara para nada como me sentía y como me dolía cuando forzaban y me empujaban hacia ellos. ¿Acaso lo has sentido o lo sentirás nunca, eso?

-Estúpida, a un hombre también se lo puede violar.

Le vuelve a escupir, enojada.

-Pero a vosotros no os duele tanto. Os humilla, eso sí, pero no sabes lo que siente una mujer cuando la violan… a partir de ello, ya no es capaz de mirar a los hombres a la cara. Un hombre se puede vengar violando a otra persona, pero no una mujer. Para mí, sois todos igual de imbéciles, malévolos, no tenéis sentimientos y el corazón lo tenéis como una piedra. Eso es lo que pienso de vosotros.

-Eso es lo que piensas de todos menos de tu amado, ¿cierto? ¿Y cómo se llama él, eh?
La noruega se queda callada, recordando su hermosa cara, sus ojos marrones y encendidos, fogosos cuando la miraba, su sonrisa perpetua… su olor de pomelo, él… un ser encantador e irrompible.

-Dame una razón sólida por la que te tenga que decir cómo se llama él sin que me hayas dicho tu nombre.

-Porque me llamo Kristján. Kristján Thordottir.

Le alarga la mano, con actitud de mofa. Geirbjorg se le aleja un poco arrastrándose. Cree que está perturbado o que las torturas realmente le han afectado en el cerebro.

-No te diré como se llama.

-Venga ya, no seas niña pequeña. No finjas que eres fuerte y que aguantas todos los golpes, porque se nota mucho que te sientes como si todavía fuese tu primer día aquí dentro. Te sientes exactamente igual que yo, y así seguirás sintiéndote. A mi también me pasa, eh, que ser tan guapo no significa ser indeleble.

-Eres un canalla. Ni tan solo me interesa hablar contigo.

Tampoco necesita hacerlo. El día siguiente, se lo llevan vete a saber dónde y le añaden otra compañera de celda. Es una mujer muy vieja, desmirriada como un fideo, la piel blanca como la leche, y la han rapado al cero. No tiene ganas de conversar con nadie, pero tampoco parece adusta.

-Me llamo Geirbjorg –le dice a la anciana.

Y esta se duerme profundamente, despertándose raras veces. No ronca y es como si no estuviera aquí, por lo tanto, la otra se siente igual que al principio: sola. Preferiría estar con el islandés, aunque le cayera mal. Al menos tendría alguien con quien hablar.

Al cabo de unos días, la anciana fallece. Y no conoce el porqué, pero Geibrjorg llora un poco. La había visto tan plácida y a su vez tan impotente que le da lástima. Se imagina su pasado… quizás tenía un marido, y seguramente hijos… o, vete a saber, quizás estaba sola. Pero tenía una vida con oportunidades, y ellos se las han quitado.

-¡Ya basta, cabrones! –se levanta Geirbjorg de repente, y empieza a gritar dando puñetazos a los barrotes, que le dejan las manos llenas de contusiones- ¿Se puede saber por qué no me dejáis marcharme? ¿Cuándo me trataréis con respeto? ¿Se puede saber qué os he hecho?

Pero nadie viene. Muchos prisioneros desvarían. Ella es una más. Hacen como quien oye llover. Tiene la garganta reseca y el estómago tan vacío que es como si no lo tuviese. Tiene ganas de vomitar, pero no tiene nada que expulsar, así que se traga las náuseas. Se va a morir… pero aunque haya sufrido, se reencontrará con sus hijos y podrán esperar juntos a que llegue Syver.

-Levántate –le dice una voz masculina.

¿Cuánto lleva durmiendo? Quién sabe. Abre los ojos, alza la mirada y ve a Wayne y a Melvin, ambos desprendiendo una insoportable peste de sudor, y tienen una marca en la parte de las axilas. Abaja la cabeza para volver a dormirse y morir en sueños, pero Melvin le repite la orden, insistente.  

-¿Por qué tengo que levantarme? ¿Me arrancaréis la lengua? –dice Geirbjorg, parsimoniosa y sarcástica- ¿O me violaréis otra vez?

-Nada de eso, estúpida –brama Wayne, cabreado-. Levántate de una maldita vez.

Se niega de nuevo, pero ellos abren la celda y la sacan de allí a empujones y agarrándola del brazo. Le vendan los ojos con un pañuelo negro y en un principio su visión es completamente negra y oscura. Pero consigue que su mirada se deslice por un pequeño agujero, y es capaz de ver lo que pisa: baldosas blancas. Nada más. También ve pies. Bueno, más que pies son zapatos. Dos zapatillas deportivas que caminan prestas. Y percibe un jaleo algo lejano, pero más que un alboroto es un conjunto de gente que charla.

La obligan a sentarse en una silla y le quitan el pañuelo de un tirón. Por primera vez en mucho tiempo se siente algo más libre, porque ha salido de la celda. Prácticamente ya no recuerda aquellas temporadas en las que la dejaban salir para jugar a juegos de mesa con ellos, y fueron más simpáticos que nunca.

Pero hoy no tienen ganas de ser simpáticos.

-Creo que esto te hará mucha gracia –dice Melvin en un suspiro, plantándole un periódico delante de su cara para que lo vea.

“Muere el rey de Noruega, el señor Heiolf Solberg. Poco después, cuando su hermano Syver releva su poder, muere también misteriosamente por causas desconocidas…”

No tiene ganas de leer más. Escupe en el diario todas las veces que puede hasta que alguien lo coge. Alguien la insulta porque lo ha dejado hecho un asco. Wayne le clava una colleja que le provoca dolor de cabeza, pero no se queja.

No se queja delante de ellos, pero cuando la vuelven a encerrar en la celda se acurruca y se hunde entre sus piernas para llorar como una boba. No le sirve de nada, fingir que es valiente. Es solo una fachada.

viernes, 13 de junio de 2014

TIRANÍA: CAPÍTULO 4


Le duele muchísimo la cabeza. Abre los ojos, y nota una molesta sensación en la cara: la tiene llena de arena. Se la sacude con las manos, y se levanta con apatía, contemplando lo que le rodea. Un enorme desierto de naranja y alevosa arena, y unos cactus de formas varias a la lejanía, eso es lo que lo rodea.

Grita lo más fuerte que puede, hasta desgañitarse. Es inútil, no hay nadie. Se quita el jubón y se arremanga las mangas de la camisa y los pantalones para no sufrir tanto calor. También se quita las botas negras y camina descalzo por la hosca arena. Se muere de hambre, y vete a saber cuántas horas ha estado durmiendo.

Un trozo de papel cae al suelo. Se agacha y lo coge como puede, haciendo el máximo esfuerzo para no perder el equilibrio. Está muy refregado, y es una nota escrita con letra trémula.

“Kristján Thordottir, si te recuperas de la insolación búscanos. Sino… ha sido un placer trabajar contigo. Gracias por el servicio. Descansa en paz.

Ernest Köhler”

Incluso su mejor amigo, el que lo acompañaba siempre, ahora lo ha abandonado. Ha preferido salvarse en vez de arriesgar su vida esperando a que su compañero se despertara o muriera.

Necesita agua. Y comida. El estómago le ruge y tiene carraspera en la garganta. Tiene el profundo deseo de que, pronto, un tuareg remoto lo verá y lo salvará, o encontrará un oasis extraordinario. Podrá sumergirse en aquellas aguas y saciarse. Camina y camina, cada vez con más hervor por el pensamiento del oasis y el tuareg, pero está tan hueco que se cae y se desmaya, hundiéndose en la arena.

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Cuando abre los ojos sucede el milagro: delante no tiene un cielo azul y resplandeciente, sino un techo de color carne. Sonríe, flemático, y balbucea una serie de palabras sin lógica para que alguien lo atienda. Y funciona, pues enseguida llegan unas cuantas personas.

-Hola, señor. ¿Se encuentra bien? –le dice un joven de unos dieciséis años en un inglés pastoso, dándole un vaso de agua, y Kristján se lo bebe de un sorbo, con devoción.

Tienen todos la piel negra como el azabache, y no tienen aspecto de tuaregs. Visten con poca ropa, y solo hay un par de mujeres; una muy vieja y regordeta que casi no se puede levantar de su silla y otra más joven, pero tampoco es una adolescente, sino que debe de tener unos treinta años.

Hablan entre ellos un idioma extranjero, y su deber es el de apalearlos porque no hablan el lenguaje que toca, pero no lo hace, porque está demasiado débil y lo están tratando de maravilla. Le dan una infusión repulsiva pero efectiva, y después de haber dormido un rato, le dan la poca comida que tienen: sacos de fruta, patatas, lechuga y un poco de carne de pollo fría. Los tres lo miran fijamente mientras manduca y eso lo agobia e incomoda.

-Los pollos… ¿de dónde los habéis sacado? –dice Kristján en voz baja e insegura, para romper el silencio.

-Tenemos aves de corral –dice el chico joven que antes le ha dado agua, y sonríe porque ha sabido expresarse bien-. Pollos muchos, gallinas.

Cuando sacia su hambre y su sed, es capaz de ubicarse. Están dentro de una pequeña casa de pocos colores y casi sin decoración; de lisas paredes de color carne y puertas de madera marrones. No debe de ser un lugar muy seguro donde te puedas sentir protegido en caso de tormenta o terremotos, pero algo es algo.

-¿Cómo os llamáis? –les pregunta lentamente para que lo entiendan.

-Yo Kayode –dice el chico-, ella mi hermana Ngozi –señala a la chica de unos treinta años-, y ella madre Yetunde –señala a la mujer gorda.

Ngozi y Yetunde no dicen nada, pero lo miran con una leve sonrisa en los ojos, aprobándolo. Lo que Kristján no sabe es qué hará a partir de ahora, y no entiende por qué lo están tratando con tanta hospitalidad. Si él fuese uno de ellos, lo habría matado con tan solo verlo, pues es un soldado invasor.

-¿Por qué me tratáis tan bien? Soy un soldado…

-Nosotros no importa si tú soldado –dice Kayode, charlatán y entusiasmado-. Tú laso y nosotros cogerte y cuidarte y darte comida. No importa si tú soldado –repite, trabándose con las palabras.

-He venido a torturaros, para impostar una tiranía con mis compañeros, porque estoy a favor de esta. ¿A caso queréis que os mate?

-Tú no tener pistola y tus compañeros no acompañan –dice Ngozi por primera vez, pero acaba de decir su frase y ya se retira, vergonzosa.

-¿Me estáis diciendo que soy un rehén?

-Poder venir a conocer pueblo, y brujo Jaro ayudar a curarte –sigue diciendo el chico.

Aunque dijera que no, acabaría yendo seguro, así que asiente con la cabeza y Kayode le pide que lo siga. Salen de la casa atravesando unas cortinas verdes de satén. Caminan por el pueblo, que más que un pueblo es una muy pequeña villa, pero vete a saber dónde se encuentran exactamente.

A Kristján le fascina pero a su vez se le encoge el corazón; el montón de personas mal alimentadas y en un estado económico paupérrimo, los hijos enclenques que mueren pronto, sus enjutos cuerpos con el vientre inflado y las caras hambrientas. Aun así, lo que más le sorprende es que son felices. Cantan, bailan, ríen y se entienden, son todos una familia unida y no se tienen rencor alguno.

Llegan a una cabaña cubierta con telas de seda, y primero Kayode se adientra, pidiendo a Kristján que se espere fuera unos minutos. Poco después lo hace entrar con un gesto de la mano, y este también se adentra, con demora y recelo.

-Necesito tu nombre, buen hombre –dice el señor que está sentado delante de un bol de cerámica con arena dentro. Tiene las facciones enduradas, y en el rostro tiene unas pocas arrugas, pero no en abundancia. Su cara está llena de placidez y paciencia, y el soldado intuye que este debe de ser el brujo Jaro.

-Kristján.

-¿Y de dónde vienes? –habla inglés con más facilidad y no tiene un acento tan marcado.

-Islandia.

-Islandia… un país frío, en el norte, allí arriba… me imagino que debes de estar sufriendo un calor inmensurable, ¿me equivoco, Kristján?

-Tiene razón.

-Pues ya puedes quitarte la ropa.

-¿Cómo? –pregunta sorprendido, sin acabar de creer lo que le acaban de pedir.

-Que te desnudes, he dicho. ¿Quieres que te ayude o no? No podré hacerlo si estás vestido.

Lo mira con resguardo, pero se levanta, se quita la camiseta con lentitud y luego se abaja los pantalones. Se queda quieto unos instantes antes de bajarse los calzoncillos, y lo hace con gansería, pues le da vergüenza mostrar sus partes más íntimas. Finalmente, se quita los calcetines, cosa que había olvidado completamente de hacer.

-¿Por qué quiere que me desnude, señor? –pregunta Kristján, tapándose la virilidad como puede, pero una pelusa de pelos rubios sobrepasa sus manos. Hace demasiado tiempo que no se depila. Invadiendo países extranjeros no tiene tiempo de coger la cuchilla de afeitar.

-Te aseguro que no estoy interesado en tu hombría.

Jaro le pide que se siente y él lo hace, obediente. El brujo empieza a hablar en una mezcla de su idioma nativo y francés, que no debe de entender ni Kayode, que se lo queda mirando, absorto. Mezcla varios líquidos de colores varios, y después de una serie de plegarias sin sentido, de repente Jaro brama un grito que debe de retumbar por todo el desierto, e incluso la cabaña tiembla. El joven prorrumpe en risas, y el islandés se queda igual de quieto, confuso.

-Muy bien. Ya he terminado.

-¿Es esta la poción que me tengo que beber?

Jaro imita a Kayode y también empieza a reír, pero son unas carcajadas más estruendosas, oscuras y misteriosas, que ponen los pelos de punta a Kristján, y por primera vez tiene frío en este lugar, un frío que hiela.

-¿Cómo se te ocurre beber arena? ¿Estás loco? –dice el brujo, carraspeando después de haberse reído tanto.

-¿Entonces por qué has hecho que me desnude? ¿Me lo desperdigarás por el cuerpo? ¿O me lo harás oler?

-Nada de eso. He hecho que te desnudaras porque quería ponerte en ridículo. ¿Quién te ha dicho que soy, Kayode?

-Pues… un brujo, ¿no?

-No soy un brujo. ¿Por qué te crees que hablo tan bien en inglés? ¿Te crees que un nigeriano de una villa desértica tiene esta capacidad? Podríamos decir que hay cámaras porque esto es un programa divertido, pero sería avanzar demasiado la broma porque eso tampoco es cierto. No estás en África, so memo.

Es como si le hubiesen dado un martillazo. Le rueda la cabeza y parece que todo sea una insensatez enorme y que carece completamente de lógica. Empieza a reír, nervioso, intentando que los otros dos también se rían y digan que lo que acababa de decir Jaro era una broma, pero ambos de quedan igual. No mueven un músculo y esperan, pacientes, a que el islandés reaccione como toca.

-O sea, que este sufrimiento en el desierto –dice, tartamudeando-, ¿no era real? ¿Cosa de estudios cinematográficos y mierdas de estas? ¡Ya podéis estar sacándome de aquí, eh! Mi familia, los Thordottir, somos una gran dinastía y nos sobra el dinero. No será un problema pagar una fianza, un rescato, lo que sea… pero sacadme de aquí. No entiendo la razón por la que me habéis engañado y capturado, pero no cuestionaré absolutamente nada si me soltáis ahora mismo.

-¡Pues claro, que era real! Te encontramos en el desierto hace casi una semana. Rastreábamos los desiertos africanos con helicópteros para encontrar soldados moribundos, y no eres el único que hemos capturado. Chico, has sido realmente tenaz y obstinado, porque cada dos por tres te despertabas y teníamos que darte raciones elevadas de somníferos, más cantidad que a tus otros compañeros que también se habían perdido. La nota que tenías en el chaleco no era de tu compañero. La escribimos nosotros antes de que te despertaras por primera vez.

-¿Dónde está Ernest? –es su mejor amigo, y saber que en realidad no lo había abandonado lo emociona y exalta, le pone contento.

-Donde esté no te importa.

-¿Pero está vivo?

-Claro que sí. Pero maldita sea, déjame hablar de una vez. Te tenemos. Estamos en contra de esta Tiranía que vosotros impostáis, así que ahora eres nuestro, y estás dentro de esta cabaña porque quiero sonsacarte información de ti y de los tuyos.

¡Todo era un engaño! Todo eran estudios de cine, platones, ficción, las personas hambrientas eran meras imágenes, todo era una falsedad y él está aprisionado. Se levanta y se dirige al exterior de la tienda para escapar de allí lo más rápido posible, pero se pone de cara con el agujero de un revólver con el que Kayode lo está apuntando. Su propio revólver. Y se deja caer y se sienta en el suelo, sumiso.

jueves, 5 de junio de 2014

TIRANÍA: CAPÍTULO 3



“Hoy mismo me han comentado sobre tu partida. La cual me hiere profundamente; pues me has abandonado, y ni te has dignado a decírmelo. Me dejas aquí, en un mar de lágrimas y tristeza, desolada, y ni te atreves a darme un beso de despedida… pero sé que volverás. O yo vendré a verte, da igual eso, lo más importante es permanecer a tu lado. Sé que querías volver a tu hogar, pero es un país tan lejano e inhóspito… nunca había oído su nombre, antes: Rumania… parece místico, exótico; tengo ganas de visitarlo. Cuando reúna el dinero suficiente, estaré llena de júbilo y te abrazaré y besaré como nunca antes lo he hecho, te amaré eternamente, serás mío y yo seré tuya, nos derretiremos en la lujuria…”

Todo son necedades. Rompo el papel de la carta, y después de hacer una bola, la lanzo a distancia a la papelera de metal que hay bajo el escritorio de la habitación.

Yo no la quiero, a esta chica. Sería un estorbo, se me tiraría encima todo el rato y no podría aguantarla. Lo que necesito es una chica inocente, cándida, que haga lo que yo quiera. Obediente y fiel. Que no sea capaz de razonar, que le desaparezca la sensatez, que no sea lista, y que no cuestione lo que hago.

Os contaré lo que me sucede, que a veces me inquieta: tengo poderes. Mágicos, psíquicos, como queráis nombrarlos; la cosa es que los tengo. No sé qué hacer, no sé si usarlos para ayudarme a mí… o para ayudar al resto de personas. Lo que pasa es que no me interesa ayudar a nadie. Creo que soy la persona más importante que existe, y es a mí a quien todo el mundo debe venerar, adorar. Más que a los dioses falsos en los cuales la gente llena de ilusión y esperanza cree, quiero ser magnífico, conocido y temido por todos.

Creeréis que es una estupidez. A mí también me lo parecía, la primera vez que elevé una cuchara a distancia, cuando escuché los pensamientos de mis padres adoptivos, cuando me transporté instantáneamente de la escuela a mi casa… me parecía una mentira, una confusión, incluso me planteé de ir al médico para ver si tenía alguna especie de derrame cerebral. Pero paré de confundirme cuando entré por primera vez en el local de una vidente.

Tenía la cabellera encrespada, negra como el carbón, con una diadema de tela lila que intentaba amansarla en vano; un poncho púrpura con cenefas doradas de símbolos incomprensibles; unas manos grandes con los dedos alargados y las uñas puntiagudas; y una carcajada retorcida, que helaba el alma.

Curioso como era yo de pequeño, me senté en la silla que había delante de su mesa, la cual estaba llena de papeles y cartas del tarot, y le pregunté qué se suponía que hacía, allí sentada. También le pregunté por qué iba tan despeinada.

-Pequeño guisante, percibo tu aura, que se introduce dentro de mi alma… aunque hago fuerza para apartarme, tu tienes una pujanza tremebunda que te empuja dentro de mí… eres especial, garbancillo. Eres joven, con una larga vida por delante, pero eres más poderoso que cualquier ser terrestre… no, todavía no lo eres, porque te estás desarrollando, pero pronto serás capaz de manipular el mundo a tu gusto… Lo sé, porque yo siempre lo he sabido todo; desafortunadamente la sabiduría no me da la salvación, no hace que te compadezcas de mí… igualmente… lo voy a intentar… No me hagas daño, guisante. Te lo suplico… soy yo la que te ha indicado el camino que debes escoger… lo que tienes que hacer de ahora en adelante… solo tienes que pensar en ti mismo, sí, pero me puedes salvar a mí… Huiré lejos, lejísimos, donde tú me digas; puedo irme a Antártida, si es necesario, refugiada con los pingüinos, expuesta al peligro de la muerte por congelación… pero es igual, haré lo que sea para que no acabes con mi miserable vida, que aunque sea inservible quiero conservarla…

No dejó que dijera nada, que agarró un par de cosas que había encima de la mesa y marchó del tenebroso local, alocada. A partir de aquello supe que yo de loco no tenía un pelo, y que ya tenía un nuevo espacio para traer a mis amigos.

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 El catálogo es muy selecto; desde mujeres latinoamericanas, pasando por canadienses, noruegas, francesas, italianas, eslavas, rusas, africanas, chinas, japonesas, indias, egipcias, rumanas… pero hay una que me llama la atención. De aspecto inocentón, la indonesa Nirmala me cautiva, aunque solo sea en una mera fotografía.

Una semana después de haberla elegido definitivamente, llega en una avioneta hecha polvo, pero que resiste largos trayectos. Es más bajita de lo que creía, pero es esbelta y grácil, y la chica más bonita que he visto jamás. No habla, y en parte eso es cosa buena, pues no tiene que inmiscuirse en mis asuntos, ni tiene que abrir la boca cuando no toca.

Antes vivía en una familia pesquera, en la costa. No congeniaba mucho con su padre, pero tenía una relación muy fuerte con su madre, la cual lo único que hacía en todo el día era lavar la ropa en un riachuelo, cocinar y limpiar la casa. Era raro que participara en las actividades de pesca de su esposo.

También tiene hermanos, todos chicos. El más pequeño, Setiawan, es el que más afecto le tenía. Sin embargo, los otros estaban demasiado metidos en sus asuntos, y casi nunca hablaban con ella. Hacían actividades totalmente diferentes; ellos iban a la escuela de niños de las barracas del pueblo durante toda la mañana, y por la tarde, después de comer, se iban a jugar al Kelereng en un patio abandonado, o ayudaban en las tareas de su padre.

 En cambio, Nirmala, habitualmente, por las mañanas limpiaba la casa con su madre o hacía punto y bordaba diferentes telas que después eran usadas como alfombras o sábanas. Después de comer, se iba a la escuela de niñas, que duraba la mitad de horas que la de los niños, y durante un rato de tiempo libre iba al campo con sus amigas y jugaban al Lompat tali.

He contratado a un chaval indonés que habla inglés, para que le pueda enseñar a Nirmala, pues la chica solo habla su idioma natal. Progresa con diligencia, enseguida se le quedan los conceptos y las palabras nuevas.

No ha traído mucha ropa, pero yo le compro montones y montones, para que cada día pueda vestir bella e innovadora, para satisfacerla. Pero no es muy emotiva. No sonríe, ni abre la boca. Parece tan frágil, que me da corte tan solo tocarla.

-¿Nirmala? –me decido a hablarle un día que estamos cenando.

-Sí –cabizbaja.

-¿No dices nada?

-¿Necesito hablar?

-Estaría bien que me explicaras cosas sobre ti. No sé nada de tu vida –mentira.

-Mi vida en Indonesia simple… yo no mucha cosa hacía… vivir en pueblo con peces, y hermanos y mi madre y cosíamos ropa.

No dice nada más. Parece que se le hayan comido la lengua. Cuando acaba de cenar, se pasa la servilleta por las comisuras de los labios y se levanta con prudencia. Agacha la cabeza, en forma de reverencia cordial, y sale de la sala.

La sigo sigilosamente. Entra en su despacho, y se encierra dentro. Con el pestillo. Atravieso la pared y me camuflo para que no me vea. Con ella está Raharjo, su profesor de inglés.

Pero no están haciendo clase de inglés. Nirmala se sienta en el escritorio, y se sube lentamente los pliegues de la falda, con una sonrisa insinuadora, mientras que el chico se le acerca, le envuelve la estrecha cadera con un brazo y empieza a besarla, fogoso.

Dicen cosas en indonesio, palabras perdidas en el aire, que enseguida se olvidan, y no se percatan de que estoy aquí, de que lo estoy presenciando absolutamente todo, con amargura y asco, y siento esquira por el joven. Qué insolencia. ¿Cómo se atreve a tocarla? Estómago que se remueve, como las aguas de un remolino, funesto y terrible. Corazón que late cada vez más presto, que tiene ganas de estallar y salpicar. Qué ganas tiene mi voz de desgarrarme el gaznate de tanto gritar, enfurecerse, hacerse grandiosa.

Pero me quedo callado. Me callo para no perder los estribos. Me callo para no perder el juego. Me callo… porque tengo mejores soluciones que gritar.

Oscurece. El sol mengua, viajero, se escurre entre el relieve de las lejanas montañas, dejando paso a la luna plateada, ensombrecida por las nubes densas y grises, a punto de reventar y llorar gotas de lluvia. Tampoco se ven estrellas nocturnas. No hay nada, el cielo se ha convertido en una capa negra y oscura.

Mirada fugaz. El chico se pasea por el patio trasero, a un ritmo constante, sobre las piedrecitas. Silba una melodía alegre, y sonríe tímidamente. No para de dar vueltas. Yo, mientras tanto, observo con cautela.

Pero observar cansa. Me transporto instantáneamente delante suyo, cosa que lo asusta y le hace caer al suelo. Le alargo la mano para ayudarlo a levantarse, o al menos eso le hago entender. Cuando me la agarra, lo suelto, y exclama un gemido porque otra vez se ha hecho daño en las nalgas.

-¿Cómo estás, Raharjo?

Me mira con curiosidad, y me cuesta entender qué piensa. Su cerebro es inexpugnable, por lo que veo.

-Bien, señor.

-¿Qué haces aquí fuera? ¿No tienes frío?

Mihaela, una de las criadas más bellas del palacio, ha dicho que hoy hacía un frío terrible. Pero yo nunca tengo frío, siempre me protejo con una capa calorífica que nadie ve.

-Solo un paseíto, señor. No tengo mucho frío, no se preocupe usted. Con un jersey voy sobrado.

Se levanta de un salto, con agilidad.

-¿Y cómo lo llevas, eso de follarte a mi futura esposa?

La cara se le tiñe de amarillo, gotas de sudor le chorrean por la frente y el cuello del jersey está empezando a estrangularlo. Miedo, está cagado de miedo, y yo sé que tiene ganas de huir, que se pensaba que yo era un enorme idiota, pero se acaba de dar cuenta de que soy más astuto que un zorro, y que a mí nadie me engaña.

-¿Q… qué… follarte? ¿Qué… es eso?

-¡Pero si ya lo sabes, cabrón de mierda! –digo con sarcasmo, con una amplia sonrisa, y le doy una fuerte palmada en la espalda- Follar, sexo, cosas que te gusta hacer con mujeres ocupadas, ¿no? ¿No podías haber elegido a una criada, en vez de elegir a mi chica? –adiós sonrisa- Porque Nirmala es mía. Has metido la pata, hasta el fondo.

-Yo… no quería…

-Al menos lo admites, ¿no? –sonrisa de satisfacción.

-Lo admito, señor…

Le cuesta seguir hablando, porque empiezo a asfixiarlo a distancia, a estrecharle la garganta, a retorcerle el cuello. Prorrumpo en risas, y las carcajadas retumban por las paredes, y son engullidas por la penumbra de la noche. 

-¿Me puedes decir por qué lo hiciste?

-La am… señ… or. No… no me… haga… esto… déjeme vivir… se lo ruego…

Lo suelto. Al darse cuenta de que ya no lo reprimo, exhala un suspiro de alivio, y empieza a correr en dirección al portal de entrada del palacio. Pero no consigue llegar allí, que le rompo el cuello con un simple gesto de la mano.

Pobre chaval…

martes, 3 de junio de 2014

CRÍTICA DEL 4x08 DE "JUEGO DE TRONOS" (CON SPOILERS)



*ATENCIÓN, ESTA CRÍTICA CONTIENE SPOILERS*

No pude hacer una crítica del capítulo siete, pero creo que os imagináis lo que pienso sobre él. Que lo mejor fue el final, el "Solo he amado a una mujer en mi vida... a tu hermana", y eso, cómo cae la harpía esa de Lysa, que ya era hora.

Hablemos ahora del capítulo 8, que es lo que toca.
Los guionistas han hecho un buen truco. Han puesto como título "La Víbora y la Montaña" y las escenas del duelo no han salido hasta el final.

Qué adorable es Gusano Gris. Esta es una observación muy subjetiva y necia, pero es que es un encanto. Aunque el tío no se corta al ver a Missandei en pelotas, luego se disculpa, porque es todo un caballero. Hay feeling entre ellos, ¿verdad?
Aunque ya lo leí en los libros, se me rompe el corazón cuando Jorah le cuenta sus chivatazos a Daenerys y ella lo echa for good, impertérrita y tremendamente distante, como si se le hubiese ido el alma. Pobre Jorah, ¿no os da lástima?

La escena de Petyr -después de la muerte de Lysa- es diferente de los libros, pero no me desagrada como la han resuelto. Se inventan que se suicida -en los libros culpaban a un bardo muy, pero que muy imbécil-, y qué gracioso cuando Sansa finge su vulnerabilidad, cuando en realidad se está fortaleciendo, al paso del tiempo, por consiguiente de las desgracias que ha sufrido, se ha ido convirtiendo en una mujer fuerte. Y esa aparición que hace al final, tan provocativa... ¿Se habrá transformado en Sansa 2.0?
Una de las mejores escenas del capítulo: la risa histérica de Arya al enterarse de que su tía ha muerto y la cara de horror de Sandor. No tienen precio. Hay que ver cómo me reí.

La charla de Jaime y Tyrion es muy profunda. Si os fijáis, tiene un sentido metafórico, bastante filosofía. Como siempre, Tyrion es el personaje más inteligente de toda la maldita serie.

Ay, ese Ramsay, qué miedo me da (aplausos al actor que lo interpreta), esa mirada... normal que Theon esté tan aterrorizado. El bastardo por fin ha conseguido el título de Bolton, hijo oficial de Roose Bolton, y parece que está más feliz que una perdiz; ahora su nombre influirá más en el resto de personas. Y eso, que seguirá divirtiéndose con Reek, a quien ahora utiliza para conquistar el Norte, que prácticamente ya lo dominan del todo.

Y el toque final, la parte que da nombre al capítulo: la épica batalla entre Oberyn "La Víbora" y Gregor "La Montaña". Parece que todo vaya bien, Tyrion y Ellaria sonríen de satisfacción por la supuesta victoria del príncipe Martell, pues está ganando con gran ventaja, hasta que... craso error de Oberyn el de no dar el toque final y matarlo... que el poderío de Clegane surge de las tinieblas y... ¡oh, madre mía, cómo grité al verlo! Eso de que le hunde los dedos en los ojos... ¿cómo pueden ser tan salvajes, los guionistas?
Ese toque sádico me encantó, y mira que normalmente soy bastante sensible. Mejor dicho, lo era. Desde que me adentré en el mundo de "Juego de Tronos", ya prácticamente nada me da asco.
Y la sonrisa de Cersei, y cuando Tywin lo condena a muerte... Tyrion cabizbajo.

¡Que salga de una maldita vez el noveno capítulo!
Aunque eso implicará que se acabe la cuarta temporada...
Mierda.

Reconozcamos que esta está siendo una de las mejores temporadas. Amén.

lunes, 2 de junio de 2014

CRÍTICA DE "DEXTER" (CON SPOILERS)




*ATENCIÓN, ESTA CRÍTICA CONTIENE SPOILERS*


Haré un análisis breve de todas las temporadas, una crítica (quizás algo severa) del final y una conclusión.

Primera temporada: Presentación de Dexter, el personaje principal, y de su entorno. Y cómo no, aparición del "Asesino del Camión del Hielo" (no sé si es así en castellano, pues yo lo vi en inglés y lo llamaban "The Ice Truck Killer"), el cual se descubre que es su hermano. Vemos su (oscuro) pasado, y pues eso, que enseguida lo queremos. Qué emoción cuando se pone a llorar desconsoladamente al haber matado a su hermano. Siempre lo habíamos visto tan frío y calculador... por lo menos a mí me sorprendió ver su lado sensible.
También está la muerte de Paul en la cárcel, el ex de Rita, un hombre violento y desenfrenado (recordemos a Jacob de Lost, por favor, que es un personaje mítico).

Segunda temporada: Se descubren sus cadáveres en el fondo del mar, y Doakes cada vez se pone más plasta. Pero lo mejor de esta temporada (para mí la mejor de todas) es la misteriosa Lila. Al principio parece solo una chavala coladita por Dexter y algo acosadora, pero se acaba convirtiendo (por lo menos para mí) en un personaje odioso, aunque imprescindible. ¡Qué rabia sentí cuando ambos tienen sexo por primera vez y Dexter le está siendo infiel a Rita! Pero la locura desatada de Lila pasa factura, y Dex decide acabar con ella apuñalándola elegantemente.
Lundy me cae bien. Es muy inteligente, más de lo que parece (y ya lo parece mucho).
Y qué pena la muerte de Doakes. Vale que era un pesado, pero me caía muy bien como personaje. Siempre recordaremos sus "Surprise, motherfucker"! Después de la explosión, se soluciona temporalmente el tema del Bay Harbor Butcher (el asesino de la bahía).

Tercera temporada: Nuevo enemigo: Miguel Prado, que primero se convierte en un amigo (aunque un tanto extraño), pero acaba obsesionándose con eso de matar asesinos, que acaba desviándose del código con las ansias de matar a personas que no han matado a nadie. Y descubrimos que ese hombre no era tan majo como lo pintaban. Le prepara una trampa a Dexter... pero Dexter nunca cae. Y claro, nuestro prota acaba con el señor ese.
Paralelamente, como siempre, Deb está confusa con sus amoríos. Que si ahora con tal, que si ahora con cual... pero bueno. En estos momentos parece que se decanta por Anton.
*Boda de Dexter y Rita... gota de sangre en su vestido blanco*

Cuarta temporada: Otra de las mejores. Aparece Trinity, uno de los asesinos más carismáticos de la serie. Quiero destacar ese bailecito extraño que hace en un momento de felicidad, que espero que recordéis... pero bueno, eso no es lo más importante. Lo más importante es que se muestra como un padre de familia ejemplar, y sus hijos y esposa también fingen, pues en realidad no se sienten (para nada) cómodos con él. El asesinato de Lundy, que precisamente sucede cuando Deb se decide a amarlo a él (si es que no se puede ser más gafe...) me dejó perpleja. Uno de los mejores momentos es cuando Trinity se entera de la real identidad de Dexter... ya no más Kyle Butler. Y cuando Dex cree que todo se ha acabado después de matarlo, llega a su casa y se topa con el escenario que sufrió él de pequeño, ahora con su hijo Harrison: la muerte de su madre, bañada (literalmente) en sangre.
*Punto de inflexión de la serie...*

Quinta temporada: Pequeño periodo de tiempo en el que Dex está de luto por Rita. No llora, no muestra sus emociones en público y actúa bastante fríamente. Pero cuando mata, lleno de cólera, a aquel hombre en aquellos baños... ahí, ahí se ve su rabia. Es cuando más la expresa. Los hijos de Rita también empiezan a aparecer menos...
Aparece Lumen, y se ve toda la historia de Jordan Chase. No es un mal tema, evidentemente no de los mejores de la serie, pero es bueno. Me ponía de los nervios ese personaje (recordemos que el actor que lo interpreta es el mismo que interpreta al personaje de Sick Boy en Trainspotting). Está bien que Lumen deje a Dexter; no los veía muy bien juntos, aunque la chica no me caía mal.

Sexta temporada: Sube el nivel. Muy gracioso el primer capítulo, cuando Dex se pone a bailar con "Can't Touch This". Surgen esos macabros asesinatos con serpientes en los intestinos. Un poco asqueroso. Me reí mucho cuando ven las serpientes por primera vez y Deb se asusta y vocifera un par de palabrotas bien puestas.
Primero pensamos: el profesor y el alumno están locos.
Luego pensamos: solo el profesor está loco, el alumno está recuperando un poco de sensatez.
Y finalmente, cuando parece que todo va bien, ¡pam!, resulta que el único loco era el alumno, y que el profesor hacía tiempo que estaba muerto (según lo que me han hecho pensar, esto de la doble personalidad podría relacionarse con El club de la lucha). Cuando Dex lo pone en el altar envuelto en plástico para matarlo, creemos que así acabará, típico final de temporada, cuando aparece Debra y lo ve todo.

Séptima temporada: Cada vez baja más. No es mala, pero no es buena. Podría decirse que lo más interesante es ver la reacción de Debra al ver el ritual de matanza de su hermano y al descubrir que es un asesino en serie (destacar la buenísima interpretación de Jennifer Carpenter, que me puso los pelos de punta). Pero es su querida hermanita, y cómo no, lo ayuda en todo. Por otra parte, la estúpida de Hannah, que yo al principio pensé que sería una asesina más, y que él la mataría, pero ¡no! Va y tiene que tirársela y enamorarse de ella. Es uno de los peores personajes que ha aparecido en la serie. Es la más tonta y parece que piense con las tetas (?). No entiendo por qué Dex se enamoró de ella tan locamente, supongo que por ser rubia y tener ojazos azules. Qué digo, es porque está buena. Sentí una satisfacción enorme cuando Dexter la delataba y la arrestaban.
Por cierto, cuando Debra mata a Laguerta, se veía a venir, así que... no pongáis tanta musiquilla de sorpresa, porque no lo fue.

Octava temporada: Podría decirse que es la peor de todas, tampoco diciendo que no me guste. No me gusta que la relación Debra-Dexter esté tan fría, ni el reciente comportamiento de ella. Aparece de la nada la doctora Vogel, que mucho sentido no tiene, pues conocía a Dexter desde siempre, y sempre supo de su... "psicopatía", pero no dio señales de vida hasta ahora. Que alguien me explique la lógica de ello... Eso de Zach Hamilton tenía futuro, pero lo acaban matando, así que... La aparición de Hannah me puso los pelos de punta (es decir... lo odié), quería que la maldita esa se esfumara de una maldita vez, ¡maldita sea! Es que ya no pintaba nada en la serie (bueno, al principio tampoco pintaba absolutamente nada). Ansiaba su muerte. Ay.
Al inicio de la temporada, a mí me pareció que la doctora Vogel era un personaje importante, hasta que su hijo la mata. Ahí me doy cuenta de que solo era alguien más.

EL FINAL: Horrible. Penoso. No podría haber sido peor. Hasta a Michael C. Hall le dio vergüenza, y nunca quiso ver el capítulo entero. Pero ¿qué coño? ¿Cómo puede convertirse Dexter en un ser tan estúpido como para...:
1.Llevarse a Debra muerta en una camilla en medio de un maldito hospital?
2.Entregarle y confiarle plenamente su hijo a Hannah, una mujer que no hacía ni un año que conocía?
3.Echar a Debra en el mar, tan deliberadamente, como si fuera una de sus matanzas habituales?
4.Fingir su propia muerte y retirarse en una cabaña de leñador sin querer ver otra vez más a su hijo, en vez de, no sé, suicidarse?
Y bueno, muchas incoherencias y estupideces más, las cuales no quiero perder el tiempo mencionando.

Que no me olvide yo del magnífico personaje que es Batista (un trozo de pan), del cachondeo de Masuka (qué risas con él), de Joey Quinn, que me caía muy bien... y un etcétera muy grande.

En definitiva: A pesar de su patético final y de sus muchos altibajos, esta es una serie que permanece en la posteridad. Para mí, siempre será única y muy, muy buena.